Que si, que ya sé que cada revisión es un paseo militar que exige estar a la altura. No moverse en las fotos, respirar hondo, escuchar sin juzgar y acatar. Así he llegado hoy a la revisión trimestral, con los ojos cansados de no dormir, los restos del dolor de cabeza y la oscura ilusión de que al final me citarían con mayor margen. Tres meses es sal, empieza, resuelve y vuelve.
Como niña esperando a los Reyes estaba esta mañana en la consulta. He llegado puntual a la primera hora, ansiosa por conocer los resultados de las pruebas de la semana pasada y dispuesta a hacerme otras para avanzar cuanto antes en la eliminación de los restos y del recuerdo de Garbancito.
Los médicos saben que eres uno más de sus múltiples y complicados pacientes que busca sentirse querido, atendido, comprendido y sobre todo curado. Pero no es así, los oncólogos se van convirtiendo cita tras cita en Notarios del Reino que dan fe de la evolución de tu historia y de los marcadores.
Toda para terminar el día pensando que en dos meses y medio volveré a estar negra de ansiedad soñando con una cita en seis meses y volveré, como niño decepcionado, a recoger una cita para Navidad, eso sí, que espero tener regalo y premio.
Hoy dormiré porque sé que los marcadores salen bien y porque no puedo más de agotamiento. Sin grandes méritos. Revisión Remisión.