Mi madre dice que la gran cultura que tenemos los navarros se centra en la comida. Quizá por ello todo lo que gira en torno a ella me es familiar, aunque el cocinar no sea un Don que Dios quisiera darme. En mi etapa en México con LLuis y Montse descubrí un plato espectacular de la cocina catalana: Fricandó.
Supongo que ellos comerían comida típica de su tierra, de la misma forma que yo intentaba disfrutar de los espárragos de Navarra, el ajoarriero estilo Bruno Oteiza y el jamón de Huelva traído entre ropas y maletas. El fricandó se hace a base de filetes finos de ternera, setas (perrochicos, senderuelas, cepas, setas, níscalos). Nuestra amiga lo cocinaba el día anterior y lo calentaba el día de la comida.
Nunca le pedí la receta, porque no soy muy de guisos y salsas, hasta que el otro día recordé la mesa preparada, la alegría de compartir un sabroso guiso, el olor a buen vino, el gesto levantando la tapa humeante y la carcajada con la explicación de los ingredientes.
En tiempos en los que parece que hay más gente buscando diferencias que similitudes, buscando más la confrontación que la unión, me viene a la memoria, todo lo bueno compartido. Estuvimos juntos montando casa, comprando muebles rústicos, iniciando trabajos, soñando con hijos, añorando casa, disfrutando viajes y, sobre todo, compartiendo vida alrededor de una mesa.
El fricandó como muchos platos estelares es una mezcla de carne, setas y creo que frutos secos, y como la vida, nos demuestra que la mezcla mejora si se hace con cariño. Ternera de Navarra, setas de Cataluña, frutos secos de Aragón, pescado y marisco del Cantábrico, paella de Valencia, o lechazo de Burgos ….
Hablando de tooo… mejor David de Jorge & Co.