Levantarse y saber que es el primer día de tu nueva vida es una sensación rara, muy rara, rarísima.
Al día siguiente de operarte ya te mandan a casa. No has roto nada, no parece haber llenazo, ni ser San Fermín que necesitan camas por si acaso en Pamplona.
Te encomendaste a la médicos porque saben, así que si te mandan a casa es porque todo va bien y han visto a la caballería que te acompaña dispuesta a partirse el cobre o terminar con las máquinas de vending.
Pasaporte en mano antes de que mi Gran Frère les optimice la calefacción, una simplifique el proceso de administración y el tercero busque financiación para un nuevo ala dedica a investigación. “Allèz Allèz”, on dit en France. Y claro, nosotros como buenos franceses somos hijos de la République Française y nos vamos por donde hemos venido.
Recogemos todo lo poco que habíamos traído. Es decir, mi maletica, los Ipad y la prensa que hemos sido capaces de acaparar cuando pensábamos pasar un fin de semana de luxure en este hotelito tan mono.
De nuevo te das cuenta que nada es para siempre. Así que mejor no hacer conjeturas y dejarse llevar.