Este año he podido cogerme las vacaciones como la gente normal: en agosto. Aunque siempre he pensado que Semana Santa y Agosto en Madrid son las mejores épocas para disfrutar la capital. Terminar la semana pensando que ese día coges un avión y vuelas a la tierra de tus amigos Orlando, que es también la de Miguel Angel, Dante, Montini, Francesco Forgione, Umberto Ecco, Orianna Fallaci, Susanna Tamaro, Alesandro Michele y mi inagotable Indro Montanelli.
Diez días para conocer el sur de Italia, desde Nápoles y la costa Malfitana, pasando por San Giovanni Rotondo y terminando en el adriático entre Bari y Monopoli, permiten confirmar que lo mejor siempre está por venir. Porque después de tres años sin hacer un viaje largo, poder disfrutar de unos días para empaparse de arte, cultura, vida, suponen una recarga de pilas tan importante como cualquier tratamiento.
Cada mañana de vacaciones es un nuevo comienzo, una ilusión sin igual, una oportunidad para inventar tu nueva vida. Aunque cada mañana te levantes recordando lo bien que se duerme en tu cama y con tu almohada Petronila. Ves la limitada presión del agua de la ducha, el jabón que reseca la piel, las toallas demasiado gastadas.
Los mediodías sirven para coger fuerzas tras haber recorrido, calles callejas y vías, y admirar el eclecticismo de iglesias ortodoxas y cristianas, o mirar pueblos con playas tan empinadas como Praiano. Porque sí, Amalfi, Positano y Sorrento son muy bonitos, pero salvo el barco, es un horror aparcar. Menos mal que disfrutar de una pizza Margarita, esa que solo tiene masa, tomate, mozzarela y albahaca, es una delicia. Ah! Se me olvidaba, la médico me ha suprimido de la dieta la harina y el queso. Tendré que comer solo tomate.
Al anochecer Italia mejora. Porque todos los gatos son pardos. Has recorrido lo que faltaba, intentado aparcar en lugares enanos, pegada a multitud de turistas con complejo de japoneses que se limitan a llegar, fotografiar, tropezar y salir.
Lo mejor del viaje es llegar a un lugar donde el tiempo se para. Se trata del Santuario de San Giovanni Rotondo, una obra diseñada por el arquitecto Renzo Piano, quien verdaderamente diseñó la Basílica del tercer milenio. En este pequeño pueblo de Puglia se cruzan todas las Italias, las de los sureños más desfavorecidos, las de los llamados por las obras de un fraile que nunca salió de su pueblo y la de peregrinos llegados de muchas partes que solo buscan la paz.
Cuando el cuerpo te avisa hay que hacerle caso. Así que aproveché para sentarme en la inmensa iglesia, un proyecto que no llegó a durar diez años, mirar hacia arriba, respirar hondo y dejarme llevar. Estaba en el lugar al que quería llegar. Porque este viaje nació de mi necesidad de poner tierra de por medio al cambio más radical en mi vida: poner a prueba mi cuerpo y su capacidad para aguantar la presión y el camino sin contemplaciones de quienes no quieren dejar de ver ningún atardecer, y, finalmente, agradecer a quien tanto me ha acompañado en este viaje por su incondicional presencia.
Ver las aguas claras de Polignano a Mare me ha mostrado el reflejo de una cara cansada por el dolor, con arrugas por el paso de la vida y la risa, pero con frescura por el aire de mar. Y cuando disfrutaba del sol, el mar, la vista, el olor a limón, ha venido mi guardián y me ha dicho: “mi despiace, è ora di tornare all’aeroporto.” Y como golpe en la cabeza me he dado cuenta que todo termina donde empezó: en un sueño.
Muy bueno! como si te hubiera acompañado a esa dosis de vida! Menudo privilegio cargar ese ingenio, eso si es una suerte inmensa. Precioso viaje guapa y gracias por concentrarlo en esa cápsula tan esperanzadora…
«Caminante no hay camino, se hace el camino al andar» como dice la cancion. Un bequio caro!
Gracias Julia Ribargoza. Lo cierto es que el viaje más bonito es el que te da la oportunidad de conocerte y éste ha sido el caso. Ver sitio es estupendo porque aprendes, compartes, disfrutas, miras, hueles, tocas… Caminar mucho y terminar reventada. Levantarte cada mañana aunque los calambres no cesaban y querer continuar. Una experiencia maravillosa con unos compañeros inmejorables.
Salud y saludos,
Me alegro infinito que hayas disfrutado TANTO!!! Precioso relato del que sin duda habrás saboreando cada momento. Un beso grande bella!!
¡Disfrutar es fácil en sitios tan bellos! Y con buena compañía, imposible no hacerlo.
Salud y saludos, besos,
María José me alegro de que hayas pasado unas fantásticas vacaciones y hayas desconectado . Un abrazo
Muchas gracias. Por fin logré coger vacaciones y ha sido la mejor medicina, junto a familia y amigos. Logré desconectar hasta olvidar la contraseña – nada original –
Un abrazo,
Salud y saludos,