El domingo es el Día Internacional para la eliminación de la violencia contra las mujeres y no puedo pasar sin unas pequeñas reflexiones.
¿Cifras? Tremendas. 49 víctimas oficiales, que llegan a 99 con menores asesinados en 2017. En el año en curso llevamos al menos 43 y la cifra sigue creciendo sin parar. ¿Crecen sin parar?
¿Medios de comunicación? Todos los días se hacen eco de esta lacra (no me gusta el término, pero lo dejo ahí) mostrándonos que no depende de edades, estatus o regiones. Además, nos ponen delante la imagen de tantas mujeres dando la cara y jugándose la vida y la libertad. ¿Es la televisión complice con la difusión?
¿Qué hacen las asociaciones? Escuchar, acompañar y orientar. Sean del aire que sean todas las agrupaciones que he conocido desde el año 2015 coinciden en dedicar la mayor parte de su tiempo a la escucha de las afectadas. Que no es poco. ¿Sería más efectivo si trabajaran conjuntamente en lugar de librar cada una su guerra personal?
¿Tienes la sensación de que cada día hay más? No solo crece el número de víctimas, lo hace también la información recogida y transmitida que refuerza esa percepción…, ¿o no?
¿Tiene sentido este día? Pues claro que sí, porque nos obliga al menos un día al año a pensar en cuántas personas conocemos que están sufriendo una de estas situaciones y en cuántas desconocemos su sufrimiento.
Dicho lo anterior, seré políticamente inconveniente:
– No me gusta que siempre saquen imágenes de mujeres ensangrentadas. Tampoco que, con demasiada frecuencia, el agresor adquiera mayor protagonismo que la víctima.
– No me gusta que me digan que hay que ir a una carrera para estar comprometida.
– No me gusta que me den ejemplos de ética y no se sea capaz de denunciar estas situaciones aunque sea el vecino.
– No me gusta que no se hable de la importancia de la educación en las escuelas para prevenir y no se forme en las casas.
Si como repito a menudo, solo se sabe bien aquello que se ha experimentado, en este caso es una suerte no ser experta.
Y termino recordando que muchas mujeres han logrado salir de la espiral que produce la violencia contra ellas y que todas coinciden en que no se rindieron y pensaron que merecian una vida mejor. Y la buena vida, la vida a secas, empieza siempre con la única palabra que merece la pena: EL AMOR.
Nota: abajo foto enviada por Marta Guerrero desde LLiria.