Olvidamos sin percibirlo que lo importante es la salud mientras ponemos toda la inteligencia y el corazón en acometer los proyectos para terminarlos en febrero, en el Día de la Candelas. Para darnos cuenta al día siguiente que también sale el sol, sigue existiendo «la lista de pendientes» y el «mail» ha recargado.
Todavía recuerdo cómo llevaron a mi padre a Barcelona para aplicarle un tratamiento especial contra su sordera creciente y su síndrome de Meniere. Aquel día, mientras le veía partir, pensé que nunca volvería. Que mi padre abandonara el banco era muy grave, cuando parecía que le pagaban por horas, a juzgar por el tiempo que pasaba allí. Nos plantearon un panorama complicado y repleto de riesgos, había perdido mucha audición, tenía unos pitidos de unos niveles muy altos y se le agriaría el carácter en breve. .Por primera vez, veía a mi héroe como si un desvalido se tratara. Con el tiempo descubrí que aprendió a escuchar a su cuerpo, a cuidarlo con constancia y a convertirlo en aliado.
La vida laboral en la que prima lo urgente sobre lo importante, la presencia frente a la competencia, la grandilocuencia frente a los hechos, la muestra de fuerza frente a la invitación a la colaboración, nos llevan a creer que si faltamos, el mundo se cae. Y no es así, porque existen los compañeros, los colaboradores, los proveedores comprensivos, los clientes que habían presionado sin necesidad. Y aunque no todo puede esperar, la vida continúa y no pasa nada (o casi nada).
Esto que hoy cuento no es nada personal, la epidemia ha llegado más tarde, ya en enero, pero con mayor virulencia. Los servicios de urgencias están colapsados y los hospitales canalizan los enfermos. En las empresas, las bajas se cuentan por decenas y los responsables de relaciones laborales tienen que gestionar las ausencias a la vez que preparar las nóminas. Nada nuevo bajo el sol. Los supervivientes sueñan con que los damnificados no regresen en un tiempo a contagiarles, aun a riegos de tener que hacer más trabajo. No pasa nada, porque la salud es lo importante.
Pd. La gripe sigue curándose con los mismo que el año pasado, sigue un proceso de semana o siete días, dos semanas o quince días, se contagia por proximidad y se recomienda aislamiento. Lo peor: la debilidad que transmite obliga a ver la TV, colapsada por política decandente, violencia de género, tragedia infantil y programas de “telementira»
Pd. Prefiero esta baja que solo me aísla ante el contagio que la que me llevaba cada día a la clínica a compartir la mala genética en una máquina infernar que al girar me recordaba que no somos nadie ¿o nada?.