Un día sin pruebas es impensable y fundamental, sirve para recuperar fuerzas, dormir, desayunar con tranquilidad y vaciar la nariz del olor a formol o lo que sea que inunda. Puedes dar un paseo para recuperar fuerzas, respirar y ver a una amiga con quien discutir de política, religión o simplemente escuchar las historias de una o varias vidas sin cáncer. Puedes ver la exposición de Laura Esteban si vives en Burgos y coincide. Un placer.
Y eso que ella cree que en la vida real y no en mi pluma o tecla soy más «irreverente», atrevida en la redacción y osada en la palabra. Yo creo que no. El que cambiaba de personalidad era Camilo José Cela, siempre según su hijo, con un papel de papa ogro foco de los medios de comunicación que alimentaba un personaje grisáceo, sobrio y frívolo. El mío, más que papel es papelón. No decir tacos es habitual en mí, y eso que varias veces estos días he estado a punto de soltar una “palabrota” a alguna enfermera torpe, administrativa ciega e intolerante, y a una peluquera que no se da cuenta que no puedes lavarte la cabeza por el movimiento de brazo, y que vas no a verla si no a verte mejor.
En conclusión, el día de recuperación es un nuevo examen de repaso de las pruebas pasadas, un tiempo para tomar aire y una oportunidad para darte cuenta que tienes que ponerte las pilas para el siguiente cambio de paso.
“Lo mejor de la vida es dormir y la ducha” nos decía una compañera de piso en la universidad. Y tenía razón, siempre y cuando tengas sueño y no te desveles con facilidad. Amén de sobresaltarte con la estúpida información sobre el origen de ciertos cánceres escrito por uno de esos gurús de la pseudociencia que pueden escribir gracias a que hay espacios de libertad y no siempre se contrasta. Vamos, como en el periodismo de consumo, que parece venderse al peso.
Animo amiga!!! Y si tienes que soltar alguna palabrota de vez en cuando, yo te doy permiso!! No creo que te sientas mejor… pero seguramente se desahogaras…??