Abril en Sevilla, mayo en Madrid y Julio en Pamplona. Cada mes tiene su ciudad y el trabajo se interrumpe cuando llegan estas fechas: totalmente para unos, parcialmente para empresarios y conciliadores y casi nada para los comprometidos con los objetivos.
Hace tres años estaba en plena radioterapia. El día del Chupinazo en Madrid me acerqué a San Fermín de los navarros, que como siempre estaba abarrotada. Estaba de baja laboral y gracias a ello pude acercarme con tranquilidad. Ese día una desgracia posibilitó disfrutar de unos momentos inolvidables. Tener tiempo para disfrutar de las fiestas está condicionado por las obligaciones y en aquel momento solo tocaba cuidarme.
El año pasado en agradecimiento pude escaparme para celebrarlo, aunque tuve que volver al trabajo. Esa es la segunda forma de disfrutar el momento, aunque sea bajo presión. Compaginar, conciliar y rendir son palabras a las que estamos acostumbrados, que implican responsabilidad y mucho de organización (hasta para creativos y caóticos comunicadores).
Antes hablaba de los que apenas disfrutan de las fiestas comidos por las obligaciones y la rigidez de su vida. Desde que existen las televisiones, los cascos puedes vibrar con el cohete mientras tus compañeros de mesa discuten un presupuesto, cuadran un Excel o preparan una presentación.
A San Fermin le pido, por ser nuestro patrón
Me ayude a caminar, en lugar de corretear
Me permita trabajar, en lugar de flaquear
Me inspire al escribir, en lugar de bloquear
Me acompañe al pasear, en lugar de derrapar
Porque San Fermin es un Santo, tan Santo, que cuida a borrachicos que corren en el encierro sin condición, guarda a los pamploneses que llevan la procesión, ilumina al alcalde que cuida la ciudad, inspira al Párroco que cuida el rebaño y permite recuperar objetos perdidos a quienes cambian los vasos por sus enseres. Y cada año repite.
