¿Hemos olvidado los muertos, los hospitalizados, el miedo al desabastecimiento y al contagio?
¿Hemos olvidado los aplausos a los sanitarios por su trabajo, esfuerzo y dedicación?
¿Hemos olvidado que el aislamiento alivia y la cercanía nos pone en riesgo?
¿Hemos olvidado que el trabajo es posible si ponemos de nuestra parte y el contacto nos acerca físicamente al contagio?
Lanzo preguntas al aire. No espero respuestas. Solo invito a la reflexión. Me aislé a tiempo gracias a medidas tomadas con prudencia y previsión. Trabajé con voluntad de contribuir en mi empresa desde el lugar en el que me pusieron. Guardé mi casa como tesoro de salud y bienestar. Dediqué el tiempo que pude a cuidarme, no sin esfuerzo. Hice lo que tocaba.
Termina el mes de junio y muchos sueñan con vacaciones, playas y chiringuitos. Este año muchos van a descubrir los pueblos. En esos reductos hay campos, casas sin aire acondicionado, cafeteras italianas, agua caliente sin depósito, calles sin semáforos ni pasos de cebra y casi no hay ruidos. ¡Que haya tenido que venir COVID-19 para descubrir que en los pueblos queda gente tiene su gracia!
Pues yo, como todos se van para el pueblo, creo que me voy a quedar en casa, con aire acondicionado y sin obligación de salir con horario. Trabajar, teletrabajar y trabajar en remoto. Veranear, vacacionar, descansar. Cada cosa a su tiempo. Cada uno en su sitio.