Qué verdad es “No es lo mismo llamar que ir a abrir la puerta”. Desde el miércoles pasado el tiempo pasa lento, y cada vez más lento, las horas son triples, los días cinco, las noches tan eternas como los días en Suecia. Y la médico no lo sabe. Ella todavía no me conoce. En su agenda sólo está marcado 13:30 y un apellido impronunciable que suena a norte o catalán, a saber. No así para mí, que al saber su apellido me senté frente a mi ordenador dispuesta a conocer, casi, hasta su árbol genealógico. Por algo quise ser periodista y posteriormente me dediqué a selección y búsqueda de profesionales altamente cualificados. De momento sólo sé que ya incidió en el frágil cuerpo de una amiga. Empezamos bien, sobrevivió y lucha cada día por construir un mundo mejor.
Veo su foto, trayectoria curricular seria, sin grandes cambios, con experiencias largas que permiten una estabilidad, publicaciones interesantes (para los no legos en el tema quiero decir), y presencia en diversas entidades. Entro en algún foro de pacientes. Esto ya es curiosidad morbosa. Tanta que al final termino como siempre. ¿quién se pone a escribir estas opiniones para no aportar nada positivo? ¿por qué escribimos tan mal la mal y con tantas faltas que parece escrito a posta con errores? … y ya, a título personal, llego como siempre a la conclusión que leerlos no aporta nada serio, es perder el tiempo y empezar a dudar de la ortografía o enfadarse con el sistema educativo español que no marca a fuego la diferencia entre echo/hecho, por poner un ejemplo. Que no, que no me engañe, nada cambiará. Todo llega cuando tiene que llegar y como tiene que llegar.