Después del disgusto de la leucopenia y los efectos secundarios sin remedio, pongo buena cara a este mal tiempo de calor, horror y cansancio. Si ayer logré sin gran problema dar un paseo por los alrededores del Prado, comprar entradas para hoy y ver una exposición, hoy no podía ser menos.
El Bosco es un pintor holandés cuya mayor obra está en este museo; claro que cuando él vivió, su rey era Felipe El Hermoso, así que no tiene mayor misterio. Adentrarse en una mente que dibuja al detalle desde una adoración de los magos hasta los pecados capitales, con trípticos impecables y con un dominio del color que abruma. Demasiado para unos ojos que hoy no lograban centrar la vista suficientemente en el detalle, cuya pupila sufría por los contrastes de color y cuyas pestañas no paraban ante los contrastes de tamaños y texturas.
Es quizá una pequeña obra a la entrada de una sala lo que más me ha llamado la atención, quizá porque estaba ante uno de los pintores que más páginas de arte cubre y exámenes he tenido que superar, no sin dificultades.
El audioguía que me ayudaba a no desesperarme por no poder disfrutar del detalle me ha narrado una frase para no olvidar: “Las cosas van muy mal cuando los sabios van a operarse de su locura a casa de los locos”. Me he quedado perpleja ante “La Extracción de la piedra de la locura”, veía bien, el cuadro mostraba cómo un pobre hombre era intervenido de su locura. Y Garbancito ha vuelto a mí de nuevo. A diferencia del cuadro, mi tumor maligno no era una piedra fuente de locura sólo delimitante de futuro, mi doctor no era un falso doctor si no una doctora experta en cáncer con muchas horas de extracciones, el gorro de mi doctor era sencillo e higiénico a diferencia del birrete-embudo que simbolizaba la estupidez. Una monja/bruja le acompaña en la intervención, a mí me acompañó un verdadero anestesista que evitó que sufriera. Por último, el sacerdote con el cántaro del lienzo, quizá es una muestra de superstición, en mi caso además de acción también hubo oración. ¿Y por qué no?
Un cuadro es un mundo visto en un espejo. En una hora y cuarto hemos realizado un circuito y confirmado de nuevo que la vida tiene el color del cristal con que se mira. Y el color de la vida de hoy era sobre todo multicolor. Aunque la nitidez siga brillando por su ausencia.