El otoño definitivamente se ha instalado ahora que la lluvia contundente releva a las tormentas de verano y Julio Cesar Lopez de Heredia nos envía las fotos de su vendimia. Dura más
que un ratito, moja más que ensucia los coches, obliga a calzarse
adecuadamente, mejora bajo un paraguas y provoca frío en el cuerpo. Y por supuesto, después de cambiar los armarios y guardar definitivamente las sandalias, vestidos de tirantes no usados y trajes de baño sin estrenar. Este año de poco ha servido el look summer cuando tenías que evitar el sol, eso sí, paseando a diario.
Toca ahora pensar cómo va a continuar este espacio de vivencias para la recuperación y de aprendizajes interiorizados. Resulta aparentemente más difícil seguir escribiendo cuando ya no tienes la aventura de sala de radioterapia diaria, cuando no te encuentras cada día con ese conocido en la clínica y evitas preguntar, cuando vas todos los días a trabajar. Pero lo fácil no siempre es lo divertido. De ahora en adelante, intentaré centrarme más en los aprendizajes por la impresión que produce cada hito del tratamiento y cada paso en esta batalla. Sí, siempre avance.
Hoy que he salido de estar con el médico aquel que me dijo “ya sabías a lo que venías” y se ha despedido diciendo que me llamará si las pruebas no salen bien, he sentido que hay un punto y aparte. Es como el día en el que tu madre te deja en el colegio y se da cuenta que no le perteneces. Así se siente una cuando el tratamiento oncológico no es hospitalario y se convierte en una obligación diaria, cuando ya han pasado los veintiún días necesarios para convertirlo en hábito. Hay quien toma sintrón para el corazón; otros, medicación diaria para la tensión, diabetes, fibromialgia o contra la epilepsia. Si escarbas en la vida de muchos vecinos, conocidos y compañeros, te vas dando cuenta que, quien más y quien menos, va acumulando su ración de pastillero. Y empiezas a sentirte mejor. No importa que mal de muchos sea consuelo de tontos.
Para que todo fluya sin estridencias es bueno tomar la medicación siempre a la misma hora, al menos así dicen, pudiendo elegir en una franja horaria para creerse importante. Para no olvidar es aconsejable, por ejemplo, ponerse una alarma en el teléfono, aunque también se puede sacar el armamento a la mesa. El acompañamiento de las pastillas siempre debe ser con comida, se curan en salud. Sea real o imaginario, tras la ingestión de la píldora maldita, tienes la sensación diaria de que pierdes tu cuerpo (no volveré sobre los efectos secundarios, al menos hoy).