Ha llegado el Gran Día. Le vamos a conocer. Nada hay pero que la incertidumbre y rumor. Y si no que se lo digan a nuestro políticos. A ellos parece que es a los únicos que no les importa el paso del tiempo desde diciembre hasta abril. No lo puedo entender. Será porque solo tienen que nombrar un Presidente de Gobierno y no decidir cómo y cuándo extirpar a Garbancito. Ellos son capaces de mirar documentos y documentos durante mucho tiempo, cambian algunos gestos y, a veces, parecen enfadados entre ellos, como que pierden la paciencia, suben la voz, pierden los papeles y se insultan sin piedad. Y eso buscando “consensos” y “puntos de encuentro”. En mi caso busco tachar hojas del calendario… y ya me van sobrando unas cuantas hasta del día de una foto con mis pies paseando por bajo el sol por donde más me gusta.
“No voy a la clínica ni al quirófano a hacer amigos”, comenté a una amiga cuando me habló de la frialdad con que muchas veces los doctores se relacionan con el paciente. “Me basta con que no hablen del partido de fútbol a mi, que soy de Osasuna, ni de saquen una tarta de cumpleños para la enfermera”.
Me gusta ser puntual, soy impaciente por naturaleza. Nunca he entendido el motivo por el cual dejamos nuestro trabajo para llegar a punto a una cita y pasamos horas en salitas de espera, desordenadas y llenas de revistas con crucigramas hechos, rotas y anticuadas. No puede ser que todavía sea noticia la entrada en prisión de Isabel Pantoja cuando ya está en su casa disfrutando de la familia. No puede ser que sigan llenando las mesitas con periódicos pasados, olvidando que la noticia de ayer está muerta. En este caso la espera era un pequeño pasillo, menos mal que llevaba el Ipad, y que puedes conectarte al wifi. Cuando vives estas circunstancias, por un motivo u otro, terminas enganchándote a internet y, o cuentas con tarifa plana, o terminas con tus datos sin darte cuenta.
Los médicos son dibujantes y para sorpresa te cogen la papelería de recetas y el bolígrafo y comienzan cual caricaturista a delinear la forma de la parte de tu cuerpo que aloja a Garbancito. Miras con cara de estupefacción y te dices lo bien que dibuja. Por lo preciso de los trazos, ha debido haber intervenido a miles y miles como yo.
Todo pinta bien. Hay que cortar, quitar lo que sobra, investigar en los “Ganglios Centinela” su bondad o maldad, extirparlos, y si es caso seguir hasta llegar a la parte sana. Sencillo Sencillo.
Por fin una magnífica noticia tiene un hueco en su agenda y si se pone de acuerdo con el “arponero”, que me marcará como a un atún, y con la “anestesista”, que me dormirá como bebé, podríamos pasar por sala.
Toda una tarde para que confirmen es mucho tiempo. ¡Por Dios como será un embarazo! Y son los hombres los que tienen que esperar… A las 19:55, de la chimenea de la clínica sale humillo blanco. Habemus Cortex.