La segunda visita al médico es al neurólogo. Que por visitas no quede. Así es normal que me encuentre con tantos conocidos. No me duele la cabeza como siempre de viernes a domingo. El azar, el tratamiento hormonal o el estrés generado por esta situación me hacen generar dolores permanentes, que me impiden pensar con soltura y serenidad, ver con claridad, escuchar sin pitidos y soborear todo sin estridencias.
Hacer balance de cómo se pasa de dolores semanales o quincenales a estado permanente de sufrimiento produce un cansancio inaguantable, genera una debilidad inmovilizante y desilusión ante cada amanecer.
Cuando vas al médico y te dice que lo mejor es incorporar un tratamiento preventivo de los dolores para evitar el continuo dolor se te cae el mundo. Para evitar los efectos secundarios hay que aplicar un tratamiento preventivo. Curioso. Vamos que tengo que pastillear más cada noche. De momento me voy a resistir a poner cada semana una cajita con las pastillas que debo tomar para evitar olvidos y controlar la ingesta adecuada.
Me queda claro que cuando uno cumple años acumula pastillas- como me hace el chiste fácil- pero no veo la necesidad de flagelarme ni con la cajita de farmacia mona «pero cursi» ni con la cajita de bricolaje fea pero práctica. El neurólogo está convencido de que con este tratamiento se pueden contrarrestar los efectos del hormonal que tanto me hace padecer. Raro raro parece, pero doctores tiene la medicina.