Tras lanzar este lunes el libro Súbito y Fulminante me reuní con uno de mis amigos que no pudo empezar la radioterapia en marzo. No pude darle un abrazo y no quise preguntarle cómo llevaba cada sesión. Le miré a los ojos y escuché. Dijo que le quedaban seis.
El tiempo cuando estás en tratamiento es diferente, no solo lo cuentas hacia atrás, que es normal, puntúa doble. Cada sesión es una pequeña batalla ganada. Mi amigo me sonrió, estábamos con otros, y ambos supimos que iba como tenía que ir.
Hoy hace exactamente cuatro meses que decidí preservar aun más las defensas que no tengo. Mi radióloga me recuerda siempre que no puedo regalar ni una, que no tengo. Mi cuenta hacia atrás es poder seguir trabajando desde casa y mimar mis glóbulos blancos, fagocitos, neutrófilos, eosinófilos y monocitos (glóbulos blancos), y linfocitos.
Este verano en el que no podré viajar a Italia, quiero vivir el tiempo, no como tiempo de descuento, sino de recuperación. Quiero recuperar el sueño que el COVID-19 me quitó.
¿Qué hay de lo mío? Lo de todos es cuidarnos, qué obviedad. Miro a través de mi ventana, como lo llevo haciendo desde marzo, y veo que nos robaron la primavera pero no podrán quitarnos el verano. Simplemente porque ahora podemos salir, saludar aunque sea con mascarilla, cortarnos el pelo, comprar el pan y visitar a nuestros padres.