Chesus Bernal: vida, docencia y política

  1. Se fue el pasado viernes. Para muchos fue una sorpresa, cuando creíamos que iba ganando la batalla y continuaba caminando al son de la música de su amigo Labordeta. Comprometido con la universidad y la docencia, con la familia, con la política, con todo lo que le rodeaba y a lo que él pensaba que podía contribuir: así Era Chesus Bernal.

Chesus fue fundador del partido Chunta Aragonesista (CHA) y un gran parlamentario porque, además de ser un buen profesor y orador, creía en todo lo que hacía, y decía lo que hacía.

Le conocí porque se casó con una mis amigas de universidad, Elena Bandrés Goldaraz, gran profesional de la comunicación, periodista de raza y docente en las universidades de Zaragoza y  Navarra. Con ellos tuvimos la inmensa fortuna de conocer una Zaragoza desconocida, con otra historia de la ciudad, con la rehabilitación de la Alfajería y las Cortes, y con toda la vida a la que suena Aragón (creo que es lo que quieres decir, no sé). Porque si algo tiene la tierra del Ebro es empuje, arrojo y bravura.

He leído muchas veces que no se puede ser buen profesional si no se es buena persona, y Chesus tenía sobradas cualidades para ser ambas cosas. En su casa, en su mesa, se vivía la calidez de la vida familiar y sencilla junto a un amor por el conocimiento y el saber que en pocas casas he sentido como en la suya. En su buhardilla, Chesus y Elena, Elena y Chesus tenían un cuartel general de la sabiduría, en su bodega tenían Chesus y Elena, Elena y Chesus un txoko de comida aragonesa-navarra regada con los vinos de paladar disfrutador.

Hubo días en que Elena y yo intercambiábamos mensajes a raíz de mi blog, mi cobardía y temor me llevaban a no preguntar por la salud del Chesus, como si quisiera pensar que lo pasado había quedado como en un mal recuerdo. Cada caso que vivo y convivo me pega fuerte por una hipersensibilidad que me acompaña desde niña. De igual manera no le pregunto a LB por su pareja, ni a AJ por su evolución, ni a GA por su tratamiento, ni a LF por su recaída, porque cuando hablo con ellos, un poco de mi fuerza y arranque decae y no me lo puedo permitir.

Estoy convencida que mi amiga seguirá avanzando en la vida con la satisfacción del tiempo y el aprendizaje compartido, empujará a su familia como siempre ha hecho con todo lo que ha emprendido. Seguirá sonriendo a la vida, aunque ahora le cueste, cómo lo hacía cada mañana cuando iba a la facultad, con la lección aprendida, enfundada siempre en una sonrisa, con una capacidad y valor para cambiar de peinado que a nadie dejaban indiferente. Porque la que ahora recoge el testigo de Chesus desde hace muchos años viene demostrando su valía, más bien desde siempre.

Elena era buena y con Chesus fue aún mejor. Mujer comprometida con las causas perdidas y no perdidas, comunicadora de raza y madre ejemplo de coraje y defensora de la mujer sin tibiezas. Defensora de la verdad cueste lo que cueste.

Al ver cómo los aragoneses despedían a Chesus fui consciente de por qué un día de hace muchos años un profesor de aire despistado me dejó impresionada por su compromiso tan firme con un proyecto político, en el que manifestaba ya entonces que estaba por un tiempo y para contribuir. No le movía el poder, la foto, el escaño, sólo le movía la vocación de servicio.

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