Hace ya tres meses que Garbancito me fue extirpado. Ahora sí noto especialmente el vacio, el brazo que todavía tira, el hueco que molesta al moverse, la piel que parece a pesar de los esfuerzas pasada por el Sahara. Cumplo tres meses.
Ayer me corté de nuevo el pelo, para no ver cómo ha salido huyendo sin parar. La radio no suele afectar a la caída pero sí el estrés, y mi cabeza se había convertido en un bosque pelado. Pero Nacho y José que me conocen ayer se encargaron de mostrarme a golpe de peine que mi pseudo-melena crece aunque la cortes. No podía seguir viendo cada día como caían los mechones, a mis ojos en cantidades ingentes. Así que, como si fuera de Elizondo, cortar y tirar también para esto fue la solución.
Caminé por la mañana con el solecillo, caminé después de comer, caminé al atardecer. Porque mi objetivo es coger fuerza, recuperar la gallardía, si algún día la hubo, y regresar mi mundo con gratitud. Cada día logro que el marcador de mi móvil suba la escala y los pasos andados sean superiores, constatando no sin esfuerzo que el cansancio persiste. Todo sea por un buen objetivo. Este tratamiento lo tengo que sobrellevar sea como sea, y la actividad es clave si quiero vencer.
Recuerdo la frase de alguien cercano que me repetía “las cosas no son como son, si no como las sientes”. Las enfermedades también. Las optimistas te cuentan que esto no es nada, que se pasa como un dolor de muelas. Las trágicas que todo es un infierno que pasar para, finalmente, optar simplemente al purgatorio. Las listas te dicen que no se enteraron y que lo pasaron en un suspiro. Las alegres, y en esta categoría está mi ángel, te dicen que lo pasaron y lo pasan cantando. Sean rancheras o Metállica.
Y todo esto para qué, para rellenar el hueco que nunca debió haber, para celebrar que crece el pelo con más fuerza, para animarme a soportar una medicación que me machaca la cabeza y el estómago, para insistirme en que mi trabajo ahora es cuidarme para no recaer; en definitiva, recordarme que solo debo escuchar a quien aporta y sólo debo mirar a mi corazón.
Lo del pelo…ya lo decía tu abuelo: «si quieres conservar el pelo, guárdalo en una cajica»..A algunos Larrius se nos va sin retorno. A otras es solo temporal. Tu cuida lo que está debajo del pelo..esa otra caja que como la película, esconde una mente maravillosa. Besos