Día del dolor de uña

Celebrar tanto Día Mundial me aburre, me hace pensar que hay que celebrar por celebrar, aunque sea como homenaje a los calcetines de colores. Da igual que sea por disfrute o por de reivindicación, todos huelen a plástico. Y me duele por la pérdida de esencia y la sobre-celebración. Si todo es para celebrar, nada es de celebrar. Solo es una llamada de atención.

El otro día, en esa postura “rebelde” tan mía pasé por alto el Día del Cáncer Infantil. Y ahí si, me equivoqué. Hay que reivindicar investigación para lograr avances, trabajar la prevención aunque sea difícil a tan corta edad, acompañar a quienes padecen y a quienes acompañan, y agradecer por no tener que sufrir este trance.

Cuando una no está bien, pasa la vida de puntillas. Eso me pasa a mi cada cierto tiempo, en torno a las temidas revisiones, en fechas posteriores a grandes esfuerzos laborales o cuando las preocupaciones familiares se acumulan.

Tampoco celebré San Valentín, me limité a intentar trabajar vía teletrabajo y sin coger el coche tras un pelotazo de medicación de cabecera. Bien es verdad que, gracias a ella, no tuve que ver muchas de las decoraciones que tanto atentan al mal gusto.

Celebraré haber conocido a un amigo en cuyo funeral escuché el otro día que no hay que llorar por los muertos sino por los vivos. Celebraré el Día del Todo por Hacer y también el del amanecer sin dolor. Porque motivos para días de celebración los hay, y si no los inventamos.

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