En clausura se es libre

Dia: 20/03/2020
Santo: San Martín de Dumio

¡Por fin es viernes! Y no es broma. Para muchos es la primera semana de vida de reclusión, para mi ya la segunda. Veo, más bien escucho y leo, muchos “pieles muy finas”, que se alteran por nada y se sienten agredidos. Y no hemos hecho más que empezar.

De pequeña mi padre solía visitar un convento de clausura en Arizcun (Navarra). Ayudaba en lo que podía a las monjitas que pasaban mucho frio entre aquellos muros tan gruesos como húmedos, que sobrevivían como podían, que rezaban con fervor y que, cuando nos acercábamos al torno a hablar con ellas, tenían voces celestiales. Nunca entendí bien aquella alegría que transmitían cuando no podían ver, dar la mano ni escuchar directamente.

Estos días pienso mucho en lo que supone estar “encerrada”. Aquellas monjitas entraban en el convento y vivían con satisfacción, y eso que solo salían al médico o dentista, a votar y en algún caso extremo. Alguna hasta se tapaba la vista mientras estaba fuera. Transmitía tranquilidad y agradecimiento. Eso es lo que yo intento sentir. El COVID-19 nos obliga a permanecer en nuestra casa, pero no cercerna nuestra libertad de ir cada mañana al trabajo, de elegir qué comemos (dentro de los límites de una despensa modesta) de ver una película en Netflix, de leer un libro de Beatriz A. Bobadilla o de escuchar a Poveda o a Alsina.

A las 15h he cerradoo el ordenador y he salido a comer a mi restaurante preferido. Y no será menú del día, será menú al día. ¿aburrida yo? No tengo tiempo para simplezas.

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