Esto es una enfermedad crónica, me ha dicho el médico con cara impasible, creo que ya lo había escrito, pero ahora me doy cuenta que no es la única que acumulo. El mundo está mal repartido, unos no tienen nada y otros acumulamos como si tarjeta de racionamiento se tratara. Que si no consumías te morías y si consumías también.
Pero esta amiga que llegó en abril piensa acompañarme por largo tiempo, he decidido no hacerle excesivo caso, más bien ponerla en su sitio, que además de dolorida, jaquecosas, cansada, adormilada, amnésica e indefensa de leucos, me tiene sobre todo aburrida. En estos meses he dejado que me hicieran multitud de pruebas, pasado por quirófano, acostumbrado a la visita diaria a radioterapia, tomado la hormonoterapia con la eclosión de jaquecas, comido de forma más sana gracias a los superalimentos, el vapor y la thermomix, bebido como siempre poco (el alcohol y yo nunca hemos congeniado bien) y habituado a pasear a diario sin perdonar un paso.
Con la llegada del Otoño, y como los niños que han vuelto al colegio, necesito recuperar mi vida. Cuando el tamoxifeno no había llegado a mi vida, me levantaba por las mañanas para trabajar y regresaba por la tarde impulsando un precioso proyecto de responsabilidad corporativa. Como en cada trabajo que empiezo me lo había planteado como un matrimonio para toda la vida, y va Garbancito y apareció en mi cuerpo. Y todo se fastidió. Pero la vida es sabia y te da una segunda oportunidad, y con tiempo y ganas podrás recuperar la rutina.
A pesar de las huellas que ha dejado en mi, a pesar del dolor de hombro, cabeza, estómago, del cansancio, del hormigueo, de la falta de memoria, tengo que volver a mi vida. Me gusta levantarme todas las mañanas con legañas, sufrir los atascos de M-30, trabajar con el equipo de impulso, comer sola o en compañía, lo que toque. Sí, a mi me gusta volver por las tardes a casa cansada y enfadada porque no todo sale bien, o volver encantada por el éxito, porque me gusta la vida laboral.
No me acuerdo ni dónde tengo la tarjeta de entrada, ni cuál es la clave del ordenador, ni por qué no puedo cantar por los pasillos, pero sí sé que cuando entre cada mañana y salude a mi compañero de la entrada, podré extrañar la vida tranquila en casa sufriendo pero sin que te vean. Y, como todo el mundo, podré culpar de todo al tráfico, al jefe y al gobierno. No como ahora que el tamoxifeno paga todos los patos.
Pues adelante caminante. Eltrabajo es salud y privilegio; y hay que pagar la «alcabala » en este mundo matraca.
Cada persona es una historia un sueño. Hay una histor*a muy bonita en el arte del huipil, manos arrugadas y maravillosas que tejen (que el tiempo va surcando como si de afluentes de algun gran rio vital se tratara…. ).
Ellas toman su tela y sobre el entramado de la tela toman el hilo conductor…(esa primer plan de vida de cada proyecto en su labor) y van infiltrandolo coon gran ilusión, diseñan una obra de arte en cada uno. Nunca una labor es igual que la otra, pero el hilo conductor es siempre el mismo y al final siempre dejan el hilo con el que empezaron sin rematar. Lo dejan porque piensan que la mano de Dios nunca se suelta de cada uno de nosotros y que ese hilo representa la vida y nuestro trayecto de vida.
Por eso no rematan la tarea al hacer su trabajo, lo dejan suelto siempre…..
Esas manos artesanas solo se dejan llevar… Bonito no?
Besos cómete el mundo, con tu mejor sonrisa. Llevas mucho por adelantado, un grado mas en la dichosa educacion en el dolor. A por el sobresaliente en esa asignatura!
Efectivamente . ¡ que duro es el no encontrarte bien y que el dolor de haya instalado en tu vida, en nuestras vidas . Yo ya no recuerdo un día sin molestia pero bueno, no hay que darle más vueltas y seguir y sobretodo seguir trabajando que es fundamental para la salud mental
.Ser uno más de la rutina de la vida . Seguir, claro , siempre que se pueda . Yo los cafés delante de la máquina (el café social) a veces se alargan y yo me tengo que apoyar en la pared porque la espalda me mata y estoy deseando sentarme . Me he comprado un cojín para la silla de la oficina a ver si me calma y me recoje un poco las lumbares. Así que ahí sigo. A los cuatro meses de empezar con el tratamiento, ya hace tres años, volví a trabajar con mi peluca y mis cortocoides. Quedarme en casa no podía estando mi madre también que me intentaba ayudar y yo me negaba . ¡Me crió para ser fuerte !! Así que era mejor volver a la rutina
En el trabajo no entienden algunos que me incorpore. Bueno, allá cada uno. Aunque ahora he pasado a ser ejemplo de lucha ( yo lo que quiero es pasar de puntillas jaja).
Ahora he vuelto a yoga y a la piscina. Tengo la espalda que espero que se vaya acostumbrando al ejercicio.
Vaya rollo que te he contado! Un beso muy fuerte y a seguir con la paleta de colores para pintar el día,
Volver al trabajo es un reto para el cuerpo, para la mente y para quienes nos rodean. Creo que lo mejor es volver a encontrarte con esos compañeros que no saben ni qué decir, porque no hace falta. Estar de nuevo ya es un triunfo, aunque tengas que apoyarte para aguantar, leer dos veces cada texto, apuntar la clave y resetear todo porque nada recuerdas. Volver a Vivir. Volver a empezar. Y hacerlo siempre con una sonrisa.
A muchas nos criaron para ser fuertes, todavía no sé si lo soy, sé que lo intento, veremos si es acertado y este maltrecho cuerpo me aguanta. De momento el cansancio se nota. Pero no podemos dejar de pelear! Un abrazo, salud y feliz otoño.