En los últimos días, más en broma que en serio, oigo con frecuencia de los políticos son los cánceres de la sociedad, son sus problemas. Estos días, con la sesión de investidura, me propuse un juego tal vez macabro: Qué tipo de cáncer aplicaría a nuestros líderes. Y empecé el juego por edades…
Albert Rivera – (Barcelona, 15 de noviembre de 1979). Por su juventud parece que pudiera estar afectado con un cáncer de garganta. En Cataluña tuvo que hablar mucho, gritar más, para que su opción no nacionalista fuera tenida en cuenta, después de una primera campaña electoral con cartel al desnudo.
Pablo Iglesias – (Madrid, 17 de octubre de 1978). Pasados ya los cuarenta y las largas jornadas de la puerta del sol, el cuerpo del líder de Podemos acusa un dolor abdominal que le lleva a un cáncer mal colocado, que se aloja entre columnas. Por eso, opta por medir mucho sus salidas y evitar dar explicaciones sobre la sanidad pública que le atiende y el doctor con el que ha contrastado el diagnóstico.
Pedro Sánchez – (Madrid, 29 de febrero de 1972). Por su afición u obligación a veranear en diferentes playas del país, al candidato del PSOE le correspondería un cáncer de piel, un melanoma en la cara que agudizará su rictus 2016 de negativa permanente, de enfado permanente. Tras la operación para extirparle, serán peores las consecuencias para su aspecto físico y su condicionamiento para la permanente labor de convencer sobre las bondades de unas terceras elecciones.
Mariano Rajoy – (Santiago de Compostela, 27 de marzo de 1955)
El líder del PP, ya entrado en años, tendría un cáncer de colón. En el hombre, es el de mejor pronóstico y con mayores posibilidades de salvación y buena curación. Sería inevitable el tratamiento correspondiente pero, cogido a tiempo, si se deja, podría salir victorioso.
Todos tienen males, y entre todos tienen el mal del país, desde arriba hasta abajo. Pero sin duda, Dios no lo quiera, pasar por un momento como el que pasas cuando te dicen que tienes cáncer les haría sin duda:
– Valorar su vida y la de los demás.
– Intentar evitar perder el tiempo y hacer perder a los demás.
– Buscar más acuerdos que diferencias.
De momento están sanos, así que estaría bien que se pusieran a trabajar para formar gobierno, y después demostrarnos en el hemiciclo cómo saben dialogar, contrastar, confrontar y acordar. Eso sí, antes de llegar al peor cáncer que supondrían unas nuevas elecciones, por diagnóstico, tratamiento y consecuencias. Si no lo hacen, tendremos que recurrir a las brujas para que les traigan un mal y se espabilen. Y ojito, que mi tierra es de cuevas, sorginas y akelarres.
PD. En esta etapa veo muchas circunstancias con especial distancia, diferencia, óptica y, sobre todo, con la convicción de que solo se gana dejando algo por el camino. (justificación de un post poco convencional lo sé).
¡Desde luego! Por desgracia estamos así. Si al menos reconociesen su mal y tuviesen voluntad de curarse, algo ganaríamos los españoles…
Su peor mal es el cáncer de necedad -y ese, me temo, es de curación compleja- ¿verdad? Un besito grande y ¡¡¡¡mucho ánimo!!!!