Sin Temor Al Tumor sigue teniendo la misma razón que cuando nació: sacar lo bueno de una experiencia inesperada, amarga e incierta. En marzo de 2020 cambió el tono al incorporar las experiencias del confinamiento. Ha pasado un año y seguimos en el túnel. Y solo puedo decir que toca hacer lo que está en nuestras manos. Aunque suene manido.
Ayer, 19 de marzo es San José, Día del Padre. Quiero aprovechar para recordar algunas enseñanzas que el mío me ha dejado este año:
- No perder la sonrisa. Cuando iniciamos los Zoom José (Joaquín) no podía apenas hablarnos a hijas e hijos, a nietos, pero cada domingo expandía una profunda sonrisa que hacía un recorrido de cámara perfecto.
- Trabajar con seriedad. La pocas veces que lograba que cogiera el teléfono, me recordaba que había que hacer lo que tocaba. Yo estaba sumida en una gran preocupación por la situación laboral y el me recordaba que todo es cuestión de amor a “todo”.
- Esperar de la vida solo lo que la vida puede dar. Y disfrutar de cada día como un regalo, porque es una suerte levantarse cada mañana; y no solo a partir de los noventa años, como siempre bromeaba.
- Pasear para descubrir. Desde la playa donde le toca pasar esta época me manda fotos, de vez en cuando, y sonríe mostrando cómo la inmensidad del mar es como la inmensidad de la vida: inalcanzable pero siempre deseable.
- Dormir y alimentarse. El mejor sueño es el mejor alimento ha repetido cuando alguien habla de los problemas que supone el insomnio en estos tiempos de desazón. Y comer, ese gran disfrute de los pequeños platos saboreados cuchara a cuchara.
Con tal día como hoy, nos juntábamos siempre en familia. Elevábamos las copas elogiando el nombre, el valor de familia y la figura de los padres como nexo de unión.
Doble día para José Joaquín: padre y José.
Espérame aita, que la marea pasará, las fronteras se abrirán, los abrazos llegarán y podremos tomar juntos ese té con mucha miel que tanto te gusta. Eso sí, negociaremos quién lo paga.