La casa de mi vida

lacasademivida1Si no fuera por el pequeño detalle del cáncer del protagonista, la película “La casa de mi vida” sería una comedia romántica sin pretensiones, ideal para un domingo de invierno, con los actores relumbrones Kevin Kline y Khristin Scott-Thomas. Por debajo de ese cartel pastelón, encontramos un bello ejemplo de lo importante que es tener sueños por los que pelear. Un hombre que quiere construir una casa, tras derribar su choza, es un hombre con futuro. A pesar de su cáncer.

A menudo, los caminos más cercanos y conocidos nos llevan a los lugares más importantes, lejanos y nuevos. George Monroe obliga a su díscolo hijo a pasar las vacaciones con él mientras su exmujer, atónica, le mira con incredulidad. No se sabe bien cual es el objetivo, si lo hace para disfrutar de la relación paterno-filial que los divorciados extrañan o trabajar en el nuevo proyecto de su vida. El padre ha perdido el trabajo, vive en un garaje y acaba de salir del hospital. Desde el primer día se levantará cada mañana para dar forma a su sueño, primero demoliendo y luego construyendo, mientras su hijo se preocupa más por tratar de huir de la realidad, hacer todo lo que resulte llamativo y alejarse de su padre. Al joven no le hará falta enterarse del poco tiempo que les queda juntos para dar el cambio decisivo: le quiere más de lo que imaginaba, pese a su empeño en odiarle.

No se trata de destrozar la película, sólo de extraer de ella la importancia de los sueños, de las fortalezas y de las miserias:

  • La casa como espacio no es nada, tenga cuarenta o cuatrocientos metros. Lo que en realidad le distingue es haber depositado en ella parte de nuestro ser. La madera de los suelos habla del apego a la tierra y raíces. Los grandes ventanales evocan nuestra mirada soñadora y grandes horizontes. La luz trae el brillo de la vida plena frente a la oscuridad de la noche.
  • La trascendencia de la familia. De ley es que se vayan antes padres que hijos, de ahí que el empeño en educarlos bien lleve a extremos. Arrancar a un hijo de una vida de lujo y ponerle a trabajar de obrero puede ser un gran regalo, quizá el mejor regalo, la oportunidad de conocer y reconocer un padre. Siempre recordaremos que ese primer dinero que ganamos… y más si fue construyendo vida.
  • El pudor en momentos de debilidad. Por muy mal que nos encontremos, tendemos a pensar que es mejor estar solo que acompañado en el sufrimiento. Cuando el dolor obliga a incrementar las dosis, no queremos ser vistos, simple y llanamente porque no queremos dar pena. Por eso es importante dejar espacio al enfermo y evitar su desnudez.
  • Los amigos como compañeros imprescindibles. Lo mismo que reclamamos el derecho a la intimidad, debemos agradecer la presencia de aquellos que nos quieren. De la misma forma que nos gustar compartir los días de sol, una buena comida o un paseo otoñal. Para todo hay tiempo, solo hay que buscar el momento, y saber esperar a menudo.

Si no fuera por el cáncer, como decíamos, el drama resultaría un topicazo aderezado con fotografía de luces, sombras y excesos familiares, de esa que te lleva durante casi dos horas en un ambiente enlatado y final más que predecible.

El hogar cuando se está enfermo es donde uno se encuentra realmente bien, aunque le invada el dolor. El hogar es el sueño de sentarnos satisfechos cada noche en nuestro sillón. El hogar es para los demás una mera casa y para nosotros una mansión, un gran Chateau, “Le Chateau des rêves”. Y siempre debe quedarnos algo por hacer, algo por disfrutar y algo por tirar. Así reconoceremos que es el nuestro.

Sígueme y da me gusta:

6 opiniones en “La casa de mi vida”

    1. Mas que crítica es utilizar la excusa de ver una película para sacar lecciones de vida, mis PILDORAS, bonitas medicinas para el alma. Un abrazo.

  1. Habrá que verla. La vida es un proyecto en construcción, nunca acabas de hacerla, un proyecto infinito de ilusiones, donde se cuecen los afectos, donde todo se ordena y desordena; un espacio vital interactivo, rodeado de luz que complementa perfectamente con los demás. Edificamos incluso los sueños y hay que evitar las pescadillas, JAJAJAJAAAAA. Buena. Sugerencia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

error

Te gusto la entrada? Por favor, comparte :)