La Gran Enfermedad del Amor (película)

La reincorporación laboral ha dinamitado por mi pasión por mirar la cartelera para reservar entradas, por comprar palomitas y agua natural, por mirar a la pantalla como un niño frente al escaparate de una pastelería. La Gran Enfermedad del Amor prometía. La historia transcurre en Nueva York, entre un monologuista pakistaní, Kumail (Kumail Nanjiani), enamorado de una futura psicóloga clínica, Zoe (Emily V. Gordo), una mujer que no puede presentar a su familia por su condición de “infiel” y que entra en coma. Amor y drama con un toque de autoría exótica y una interpretación multicultural digna de cualquier intelectual que se precie de tal.

Elegir una película de amor tiene una razón simple y simplista: nos sobran las tragedias, los grandes dramas, las historias bélicas y los bet-sellers. Siguiendo la recomendación de una persona cercana, es mejor sentarse a ver amor y lujo, que odio y desgracia.

Apostar por una película con un toque “pseudointelectual” me reconcilia con la elección permanente de disfrutar cuando voy al cine. Que la firma sea de apellido pakistaní nos adentra en la voluntad de profundizar en otras culturas, idiomas, creencias y, en definitiva tener altura de miras.

En mitad de la película y cuando la joven Ellen está en coma, la madre de ésta cuenta a su novio como murió uno de sus tíos. Y aparece la palabra que rodea mi vida: cáncer. Menos mal que no le costó la vida. Me relajo y disfruto. Termina con una frase lapidaria, “y eso que se pasó la vida comiendo soja”. Así que, de nuevo, uno puede caer en la desazón y pensar por qué.

No se trata de una película que trate el cáncer como en otros post hemos comentado, trata sobre todo las relaciones interculturales e interreligiosas, la forma de afrontar la enfermedad del entorno, el papel de las parejas en las familias tradicionales y cómo toda recuperación pasa por volver a la rutina y al trabajo: aunque éste consista en hacer monólogos.

Una película posiblemente prescindible si eres de cine de autor en versión original, aunque sus referencias románticas a la enfermedad, su intento de crítica política y cultural en los tiempos de Trump, así como buena la acogida recibida, permiten recomendarla como opción de tarde otoñal. Eso sí, lo mejor de la película es la frase que Kumail espeta a su padre reprochándole que quiera vivir en Nueva York como si viviera en Paquistán y preguntándose para qué habían emigrado. Sin duda, una buena y compartida reflexión para muchos movimientos de emigración pasados y actuales.

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