Cuando cada mañana entras por la puerta de la oficina, casi nadie se da cuenta si has dormido bien o si te has tomado el veneno anti-cáncer. La vida es así, sólo esa compañera de mirada profunda es capaz de darse cuenta que las noches no son tan buenas y que el cuerpo se arrastra en lugar de moverse cual gacela.
A media mañana puedes enviar el informe del trabajo realizado durante dos jornadas, en ese magnífico Excel que parece soportar todo, y darte cuenta de lo bien que uno se siente cuando termina con un “pendiente”. Y no es por la sensación de fugacidad del tiempo, es por la lección aprendida de ir con poca mochila.
Las piernas están hinchadas por el calor y por mucho más. La espalda sigue tensa por la acumulación de “tensión ocupacional”, sí, esa que provoca en el cuerpo de un bloqueo total y te hace sentir un poste de electricidad antiguo de carretera. Los pelos de la cabeza se han erizado y recuerdan la época de los rizos de escarola.
Todo va bien, salvo cuando piensas de nuevo en la cara de tu jefe leyendo el multicolor Excel y te das cuenta de qué no has bajado la visualización al 100% ó al 75% de los jóvenes-modernos que trabajan los tamaños minimalistas. Si hija, acabará de darse cuenta que tienes vista de tullida, de quebrada por la edad, la medicación y el desgaste de ojos. ¿Será de tanto mirar y no ver? ¿Será de tanto buscar sin encontrar?… Sea lo que sea, ya no es un secreto.
verdades y realidades no solo tuyas sino de muchos. precioso articulo
El paso de los años, el desgaste, la pérdida de facultades, cada vez más cerca de La sabiduría. ?
Un fuerte abrazo.
Si el paso de los años deja huella, lo importante es desarrollar siempre la capacidad de renovar la mirada.