No es broma, aunque tiene gracia. Desde hace unos años a mis sobrinas e hijas de amigas que inician trayectoria laboral y se enfrentan a las entrevistas “Levanta la cabeza princesa que se te cae al corona”.
Llego a radio y la técnico me dice que suba la cabeza. No puedo creer lo que oigo, tengo frio, me encuentro mal del estómago y callo. Asiento y obedezco. Eso sí, dos días mandándome no. Que no me sale de las narices y pregunto que por qué. Respuesta sencilla y clara para no quemar la zona de la barbilla y centrarse en el pecho. Por qué no me callaré. Da igual me lo tomo en serio y como si de un ejercicio de buenas posturas de señorita se tratara.
Es jueves y sueño con que termine esta pequeña tortura diaria, y solo me quedará una sesión por esta semana. Hace frio y no sé si ya ha entrado el verano en la clínica o para mantener los parámetros de los aparatos se necesita temperatura constante de 18º. Ni Miguel Sebastián. Encima teniendo una que someterse a la batas azules de reciclado con respiraderos y olor a petróleo.
Menos mal que en la bolsita que te dan el primer día, puedes guardar el kit de supervivencia, con su albornoz azul y su tarjeta de tratamiento. Y ya con seis días descubres que casi todos bajan el neceser incluido en una bolsa más o menos presentable. Aunque sea de Nespresso que pinta bien. Yo hoy he decidido que no puede ser de papel y tengo que encontrar algo más mono. No puede parecer que todos vayamos al matadero identificados por bolsita y se nos reconozca como a la letra escarlata. Un poco de distinción y personalidad. No es que frivolice, es que me da pena como la gente ficha si llevas una bolsa-bomba de las que incluye la tarjeta de racionamiento de lunes a viernes.