Llamando la atención

PostMaritxuNo sé tiene miedo a (casi nada) al año de nacer. El libro en blanco de la vida se abrió y todo está por hacer. Ya habrá tiempo para afrontar el primer día de cole, la primera infección, la primera noche de reyes, el primer rubor y la primera decepción.

Se levantó cuando notó que le dolía el estómago. No sabía bien qué pasaba, pero no quería estar sola. Y lo estaba. No entendía bien por qué tenía que dormir cuando lo que le apetecía era salir al jardín. Miró fuera de la habitación, pero no todo estaba tranquilo.
Harta de esperar, empezó a llamar para ser atendida, entendida y, sobre todo querida. Maritxu entró en la habitación despacio. La tata no podía andar deprisa, había cumplido los ochenta hacía tiempo y sólo se mantenía en casa para entretenerse y estar ocupada.
La miró con cara seria pero cariñosa. Había interrumpido su tarea de plancha en aquel estrecho y húmedo cuarto para atenderla. El plan sin duda era mejor. La sacó de la cuna, una cuna blanca y radiante, a cuya barra la niña se había aferrado.
Su gran cabeza ya pelona mostraba un carácter rebelde. Pero ninguna de las dos tenía miedo ni a la oscuridad, ni a la edad, ni al frío o a la humedad, como tampoco temían la enfermedad. Nada hacía presagiar que con los años compartirían y sufrirían un mismo trago como es la superación de un tumor.

Conforme pasan los años te percatas de que nacer es empezar una cuenta atrás, pero que los tiempos los marca uno en la medida que quiera sufrir, disfrutar, saborear, escuchar, oler y tocar cada momento como si fuera único e irrepetible.pap60_arte_fig1

 

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