Salvo algunos privilegiados que veranean fuera de temporada, las oficinas se empiezan a vaciar, los huecos libres crecen, los e-mail con el aviso de “out office” nos recuerdan que son tiempos de relajarse, al menos del tráfico, y vivir como se debe y no como se puede. Los resignados trabajadores que esperan la llegada de agosto para agosto se dividen entre los bronceados que están aprovechando la jornada intensiva para disfrutar de la piscina y los blanquecinos sufridores que convierten la jornada en extendida. Todo sea por terminar todo antes de ponerse en caravana de verano y huir del calor.
Pero un 5 de julio viernes para una navarra es la antesala del Chupinazo. Para los afectos a la ciudad del blanco y rojo empieza una semana de vértigo, que empieza con el lanzamiento de un cohete, termina con un llorado “Pobre de mi”, con una semana de encierros, baile de la alpargata, desayuno con churros de La Mañueta, apartado de toros, aperitivo, comida con ajoarriero si es posible, corridas de toros para unos y peñas para otros, y mucha música, fiesta y encuentros.
Si estás en la oficina en Madrid, vas tardando.