Cada curso, la vuelta suponía preparativos que impedían disfrutar de la fiesta de Valencia y el precioso mar que luce siempre en esos días. Éramos privilegiados y disfrutábamos del veraneo. Nada de vacaciones, semana, quincena, ni mes, nosotros hacíamos la temporada, con un padre que venía cuando podía. Ahora los retornos al trabajo son bien distintos.
En primer lugar empezamos, si podemos, por adelantar la vuelta para evitar grandes atascos. Pese a la democratización de las vacaciones y la proliferación de formas de alojamiento que permiten el disfrute de cualquier economía, en televisión se ven menos aglomeraciones de esas de “atasco en la nacional”, superados por “atascos en la comunitaria o la regional o local”. Un sábado de “buena mañana”, como dicen los valencianos, encuentras la autovía del mediterráneo con numerosos madrileños que, como tú, han decidido hacer la compra.
En segundo lugar, hay que poner la casa en marcha para no saturarse. A pesar de la evolución de los electrodomésticos, nuestras neveras están vacías y hay que completarlas con frutas, verduras, yogures, quesos, algún embutido, carnes, etc. Atrás quedó la bonita costumbre de limpiar el frigorífico el día anterior, previo vaciado y desenchufado para evitar problemas. Y atrás quedó la primera vez que no lo hiciste y te encontraste el frigo cual vertedero guatemalteco. Cabe mandar a alguien que nos haga la compra, pero como venimos con nuevos propósitos es difícil que acierte.
En tercer lugar están los buenos propósitos. Vacaciones de hotel obligan a disfrutar de desayunos de buffet magníficos. Aprovechas para comer la fruta que nunca comes, echas en falta los kiwis que tu padre te manda, y tomas un zumo que siempre es un reto saber si será envasado o natural. La comida se debate entre el chiringuito más cercano de donde disfrutas la playa, el ánimo de innovar y probar al azar, y el listado de lugares seleccionados tras visitar las guías Michelin, Trip Advisor, Repsol y las recomendaciones de amigos y familiares. Todo esto cuando lo único que te apetece es un simple ensalada fresca con la que amagar el calor.
En cuarto lugar hay que preparar la mochila para no tardar en salir el primer día. Para muchos, la infancia comenzó con las carteras, hasta que llegaron las mochilas. Eran bolsos grandes, cuadrados, pesados, semejantes a los que nuestros carteros llevaban para dejarnos las cartas de familiares lejanos, de hermanos estudiando en el extranjero, del ayuntamiento, de amigos. Nos llegaba correspondencia de verdad, no publicidad o facturas (que alguna también) como ahora. Empezábamos por preparar cuadernos recién traídos de Francia, de colores según la asignatura, bolígrafos de cuatro colores (aunque sobre todo utilizaríamos el azul), lápices a los que sacábamos punta para que estuvieran perfectos, libros heredados de hermanos (con alguna honrosa salvedad) que nuestra madre forraba a cada hijo con un color, preferiblemente en modo escocés. Ahora toca preparar la mochila del ordenador, dejarla en la cocina, revisar el correo que ya hemos ido comprobando para no acumular, y el bote de bolígrafos que por innovar queremos llevar.
Después de un repaso a cuatro elementos para la vuelta al cole, quienes hemos tenido la suerte de salir, vemos que no dista mucho de lo que toca afrontar con el regreso actual. Eso si, cambian los propósitos. In illo tempore, lo único que queríamos es que perdurase el bronceado acumulado con horas muertas de agua por la mañana, tertulias de tarde y aguas de valencia de noche. Pero este septiembre, este final de agosto, es un momento de nuevos propósitos. Ayer, al llamarle para salir a cenar, un buen amigo me comentaba que ya había comenzado la operación “puesta a punto” controlando las comidas. En las conversaciones de regreso oiremos sobre la voluntad de mejorar el inglés, las inscripciones a los mejores y más exigentes gimnasios, la actualización de Samsung y Iphones y, por supuesto, el sueño de conciliar vida profesional y familiar.
Tengo la mochila preparada, no es nueva porque la del ordenador ya es suficientemente nueva y cómoda, la conciencia social y medio-ambiental, el sentido del ahorro, el haberme comprado un bolso de “capricho” este abril y el firme propósito de tener solo lo necesario, me lleva a pensar que “menos es más”.
Esas carteras del cole, la mía era clásica, pero con opción de llevarla a la espalda. Era roja, me acuerdo. Este año echaré de menos la vuelta al cole, porque al final la rutina y el trabajo son como las medicinas, que saben mal, pero curan. Feliz vuelta al cole!
En efecto, había para todos los gustos y colores. También en mochilas y carteras hemos cambiado. Ahora el problema es recordar la clave de usuario. Menos mal que algunos tenemos un departamento de soporte que encima nos recibe con una carcajada al vernos!
Salud y saludos,