Marcadores tumorales a raya (por ahora y por mucho)

Sonrío cuando mi madre me habla de la nueva medicación que puede terminar con sus dolores de espalda. Y ahora me encuentro como ella. Hoy, por fin, el médico ha cambiado mi tratamiento y en cuanto termine la caja (hay que ser responsable) empezaré con el nuevo, soñando con no sufrir los efectos secundarios que machacan mis días y mis noches. Incluso, quizá, podré vivir una vida normal sin tener que mostrar buena cara.

Desde que la semana pasada me hicieron las pruebas, no sin dificultades y contratiempos, no he dormido de preocupación. Algo me decía que no iba bien. Demasiados médicos observando y cuchicheando. Para mitigar la preocupación me fui a Elizondo con las tiukis. Mis amigas me dieron un baño de realidad, me abrazaron como solo abraza quien te ha visto en calcetines de colegio, me hicieron reír y recordaron que nada hay como compartir.

En la fiesta del colegio homenajeamos a un profesor de gimnasia, Argaña, que sin miedo quiso convertirnos en equipo olímpico, que creyó que debíamos salir del frontón para adentrarnos en la gimnasia y el atletismo y que terminó desistiendo no sin sonrisa. Pero José Antonio, entre otras cosas, nos enseño el valor del esfuerzo y la satisfacción del reconocimiento.

La segunda huida ha sido esta mañana. He llegado tarde al médico, sin querer claro, pero para mi gracia y desgracia me ha atendido con más cariño del que acostumbra. De la consulta he salido con el nuevo tratamiento, la confirmación de los índices tumorales negativos y la despedida hasta dentro de unos meses. Conste que creía que era mañana, porque toda la semana he jugado con la agenda, haciendo círculos a la visita y pensando que faltaba mucho.

Pero me parecía que no hay alegría en la casa del pobre. Era la primera vez que salía sola de la clínica tras el resultado. Quien siempre me acompaña está acompañando a quien más necesita. Y eso me ha reconfortado, porque no es grato ver que tan a menudo te recogen con pinzas. En cuanto he podido, le he mandado el mensaje tranquilizador, me he subido en al taxi y de repente me he descubierto dormida al llegar a la oficina. No era conciencia tranquila, no era siesta del carnero, no era sueño acumulado, era la ilusión de un día poder decir que “fue un sueño”.

Sígueme y da me gusta:

2 opiniones en “Marcadores tumorales a raya (por ahora y por mucho)”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

error

Te gusto la entrada? Por favor, comparte :)