Mujer con Sayas

Cuentan en familia que ella de pequeña quería ser “mujer con sayas”. Nunca entendí bien el significado de la expresión, lo único que sabía a ciencia cierta es que, desde pequeña, ella nos acogió en su casa como hijos, cocinó los platos más sabrosos, nos inculcó el poder de la palabra y la importancia de la concordia. Un día, sin darnos cuenta, cayó enferma y todo cambió. Y siguió dando ejemplo a lo largo de toda la vida.

Las mujeres de mis generaciones anteriores y la mía propia fuimos educadas para ser grandes estudiantes, y estudiosas, trabajadoras diligentes, profesionales sesudas y, así, vengar la frustración y yugo de nuestras antecesoras. Todo ello sin olvidar el papel que como mujeres se esperaba.

A aquella mujer menuda, de belleza sin igual, elegancia innata, un día le debieron diagnosticar un cáncer, nunca supe cuándo ni cómo, quizá su prudencia natural, el desconcierto familiar, el miedo generalizado o una decisión propia, ese «secretillo» también se lo llevó a la tumba. Al principio no se hablaba, se pasaba de puntillas por un tema que no existía, pero no importaba porque ella seguía irradiando luz. Y ahora recuerdo la frase de la amiga de mi ama que decía “no preguntes aquello que no te quieran contar”.

Durante años la lucha fue sin cuartel, tratamientos enfocados a curar, mitigar, aliviar y sobrellevar, y siempre con una sonrisa franca, y la callada esperanza. En muchos momentos su dignidad y pudor le impedían compartir momentos de conversación y cariño que tanto le gustaban. ¿Cómo estar en determinados momentos cuando por tu garganta no pasa ni la gota de palillo de jalea real?

Los avances en veinte años han sido enormes, de auténticas bombas atómicas, los tratamientos han pasado a serlo de racimo y personalizadas, aunque siempre bombas. En algunos casos hasta te permiten retornar al trabajo. Puedes volver a la rutina del madrugón, del fichaje en la empresa, de la jornada laboral, de la comida en la oficina, de las reuniones interminables y de los proyectos ilusionante. En mi caso, de sufrirlo hace años no habría sido posible hoy estar en pie de guerra, con la espada en alto, la mirada directa y las ganas de vencer..

Cuando por la mañanas me cuesta pasar la tarjeta de fichar, recuerdo siempre que una “mujer con sayas” no es solo el ama de casa ejemplar, es una mujer profesional que sonríe aunque duela y cada noche regresa a casa esperando que sus trocitos descompuestos se recompongan. Y recuerdo también que cuando salíamos de su casa comprobaba que andábamos erguidas, con la mirada al frente y el pie firme.

 

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2 opiniones en “Mujer con Sayas”

  1. Que homenaje tan precioso le has hecho a la que tanto que queria. Seguro que desde arriba te lo estara agradeciendo echándote un capotillo en tus momentos duros. Se nos fue joven y no hay día que no la recordemos.

    1. Nada de lo que he vivido este año hubiera sido lo mismo de no tener el ejemplo y el copotico desde arriba. En este tiempo en el que tan a menudo me ha costado levantarme e ir a trabajar siempre he tenido muy presente su ejemplo, su sonrisa permanente, que me ha servido para preguntarme cómo lo haría ella y como lo tengo que hacer yo. Nos dejó muy joven, demasiado joven, no solo dejó huérfanos tres hijos, viudo un padre ejemplar, dejó un hueco de dignidad y amor en todos los que le conocieron imposible de llenar. Todavía la pasada semana recibí un mensaje para mí tras un artículo que estoy seguro a quien iba dirigido era a ella. El autor le conoció de pequeño, leyó mi historia, me escribió, nos escribió …

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