“No me duele, no me duele, no me duele”. Repetía mi cuñado a Pablo y Ane de pequeñitos cuando sufrían. La teoría siempre me pareció graciosa pero poco realista. No obstante, la apliqué al frio, durante muchos años, repitiendo al pasear por Pamplona “no hace frio, no hace frío!”. Esta semana fui a trabajar el lunes tras nueve días con dolores de cabeza, chispeo de ojos, estruendo de oídos, mareos…, y repetí el mantra del dolor sin éxito. Vivir con dolor no solo es doloroso, es agotador cuando tienes que trabajar, coger el móvil, atender el email, mantener reuniones…
El éxito profesional casi siempre va acompañado de salud de hierro o buena salud. Desde San Juan de la Cruz, a quien le bastaban tres horas de sueños, a Steve Wozniak, Fidel Castro, José Múgica, hasta que cumplió más años de los deseables, Enrique Sendagorta o Stéphane Hessel, son algunos de los casos que observo con curiosidad. Y entonces siempre me repito lo mismo: “para trabajar y tener éxito, hay que tener buena salud”.
No es fácil tener que reconocer el martes a la doctora que no puedes más, que el dolor no te permite pensar, que estás intoxicada de medicación y que solo quieres dormir pero no puedes. Entonces, ¿cómo vas a trabajar? Y llega el momento de parar, de quedarse en casa y reconocer que, uno, si hubiera parado antes, estaría mejor y dos, que cuesta mucho mandar a tu empresa el documento de baja cuando piensas que hay tanto por hacer.
En conclusión: mal permitir que la salud te pueda, mal no ir a trabajar. Eso si, lo peor es siempre “no tener trabajo”. Feliz fin de semana de reposo.