Claire es una matrona vocacional (Catherine Frot) que adora su trabajo y cuya vida cambia radicalmente cuando aparece quien fuera mujer de su padre, Beatrice. La madrastra, una mujer de vida libre que se ha dedicado a vivir sus sueños y a jugar, se encuentra ahora en fase terminal. Juntas compartirán el sufrimiento físico, las operaciones, el avance de la enfermedad y descubrirán que lo que antes les separaba ahora es solo un mal recuerdo. En su viaje les acompañará un amigo de Claire (Olivier Gourmet), un camionero despreocupado cuya máxima en la vida es disfrutar, tener tiempo para él, comer lo que le plazca y cultivar su huerto.
La película que dirige Martin Provost presenta un duelo de grandes actrices para su lucimiento personal, aderezado por un personaje cómico que alegra y aligera muchas de las situaciones derivadas de la complicada relación entre una madura matrona divorciada (a punto de perder su trabajo), y una jugadora profesional mayor (a punto de dejar la vida).
Cuatro reflexiones invitan a ver el film francés y parecen justificar el guión sobre el camino que emprenden dos personas tan diferentes, la joven responsable y la mayor irresponsable:
– Cuando se acerca la muerte hay de pagar facturas pendientes. Muchas personas empiezan a llamar a sus viejos amigos para despedirse, retoman si no lo habían hecho la escritura de su testamento, tratan de recordar todo lo bueno, se deshacen de aquellos objetos que pudieran significar algo para los demás.
– Nadie parece querer morir solo. La libertad es un bien altamente considerado durante la vida, salvo que nos veamos limitados o enfrentados a un final, nos entre el miedo al abismo y debamos tomar decisiones definitivas.
– En el momento en que vislumbramos nuestro fin, comenzamos a recuperar la memoria de lo vivido, sufrido y disfrutado. Como si de una película se tratara, enfrentarse al más allá lleva a hacer balance, volviendo a recordar o vivir.
– El sufrimiento físico provoca pudor en quien lo tiene y ternura en quien lo ve y comparte. A nadie le gusta mostrarse frágil, por lo que tendemos a esconder nuestro dolor o aislarnos de cuantos pudieran sentir pena y acompañarnos torpemente en el dolor con caras de impotencia.
Dos grandes y maduras actrices nos enfrentan durante dos horas a la decrepitud, la enfermedad y la muerte con un toque de humor e ironía, sin olvidar que los placeres de la vida pasan por la cultura, la comida y la bebida, el juego (la diversión) y la risa. Con un desenlace por interpretar, abierto y libre, Dos Mujeres es una película a la que entras esperando ver una Catherine Deneuve como estrella de cine y sales descubriendo una Beatrice tan frágil como cualquiera. Porque pase lo que pase, el tiempo y la vida, nos pasan factura. La habrá algo después, pero hay que tratar de aprovechar lo mejor posible la que tenemos, y siempre con una sonrisa. Aunque duela.