Sin suerte en la revisión de examen

Y yo iba a subir nota. En la revisión del examen el Catedrático ha sido claro: tienes una leucopenia. No solo no he llegado al nivel deseado, he salido del despacho con más dudas de las que tenía. Y mira que había comenzado bien el día con un bonito análisis de sangre.

Te vas habituando a ciertas rutinas. De la misma forma que metes las llaves en el coche para arrancar automáticamente, pones el brazo a disposición de la enfermera para que actúe sin pasión y termine con presión. Y esperas que todos los valores estén en los normales y en el informe no aparezcan asteriscos.

Las esperas de las consultas son lugares sociológicamente interesantes, donde ves a los enfermos ansiosos, tranquilos, hartos, expectantes, así como a sus acompañantes silenciosos, lectores habituales, pacientes rellenadores de crucigramas y escuchadores profesionales, aunque los hay ávidos de información. Vamos, sitios de los que quieres salir antes de entrar.

Tanta espera para tan poco. Los niveles son bajos, bajitos, bajísimos. Pero no pasa nada. Se ve históricamente mi tendencia a la deficiencia de “globitos blancos”, así que “miel sobre hojuelas” para una medicación que arrasa con todo lo que puede. Pero insisto, no pasa nada, porque son cosas que pasan. Será por ser final de mes para el médico, será porque es así, lo cierto es que no parece tener importancia. Será porque acaban de ver un caso de vida o muerte. Será porque no saben realmente…(que puede ser).

Salgo descorazonada de la clínica. Eso me pasa por confiada y por no ponerme en lo peor (como una que yo sé). Cansancio, migrañas, visión borrosa, ardores en manos y pies, todos los efectos secundarios que parecen alojarse en mí como ejemplo andante de las pastillas blancas (solo de color, porque manda X lo negras que son para los que las sufrimos). Y mira que en las loterías siempre pido SALUD. He comprado número para septiembre. A ver si hay suerte.