Me cuesta sonreír cuando vivo permanentemente con dolores, pero siempre recuerdo aquella frase que sentenciaba que no te pueden ver sufrir. Por eso, esta semana me enfundé en mis tacones y mis faldas vaporosas. Esta semana casi hace un año que me extirparon a Garbancito y su hueco lo llena sobre todo la ilusión no volver a pasar por otro cáncer.