Cada mañana entro en el ascensor y me encuentro ante el espejo con una señora que conozco. Muchos días me dice que va agobiada por la de cosas que tiene que hacer y el poco tiempo del que dispone.
Entonces yo le pregunto: “¿por qué tienes poco tiempo?
Y ella me responde: “porque me voy a morir”
Yo insisto: “Pero no sabes cuándo”
Y ella me responde: “No, solo sé que nadie se muere el día de antes”.
Y suena el timbre del primer sótano. Salgo y cojo el coche. Al salir de la urbanización me doy cuenta de lo afortunada que soy por poder ir a trabajar en UST Global, tener el recorrido contrario en la carretera a los que se agolpan diariamente en el atasco, contar con una mesa de trabajo con luz que me permite disfrutar de la trayectoria del sol hasta que cae y algunas noches ver cómo se iluminan las farolas.
Cuando salgo por la tarde con nueva lista de pendientes me llena de satisfacción el pensar que tendré un nuevo día de vida y nuevas oportunidades para seguir impulsando proyectos o ejecutando acciones planificadas. Solo cuando llego a mi casa y a las 21:30 horas empiezo a tomar la lista de medicamentos contra los males y sus efectos y los necesarios contrapesos para soportarlos, me doy cuenta de cómo pasa la vida tan callando. Y vuelvo a recordarme por si se me olvidaba que nada es tan importante como amar, soñar y compartir. Porque la salud es importante y peleo por ella, pero rodearte de personas a los que querer es la medicina del alma que alivia dolores y que no tiene efectos secundarios. Y si ves en tu salón a tu hermana, primos, pareja y buena conversación, te das cuenta que sigues viva y vivaracha.
Pd 1. Termina el mes de junio, paré de publicar porque el cuerpo se resintió al retarle y siento que escribir es lo que poner de color verde mi vida, el mismo color de mi valle, de la esperanza y de la buena salud. Agradezco los mensajes de cariño en esta pequeña ausencia porque demuestran su preocupación. Y solo puedo responder escribiendo, aunque sea poquito.