No duermo, hago la guerra al sueño

Pocas cosas hay en el mundo que me produzcan mayor paz que escuchar el sonido de mi Mar Mediterráneo. Cuando era niña y caía la noche, mis “ventanas de ojos” caían por el cansancio de la playa, la diferencia de presión y la vida intensa que en ella se palpaba. Así, mientras sucumbía en brazos de Morfeo, escuchaba la brisa suave que velaba mi sueño y arropaba mi noche de luna de Valencia. Ahora, casi desde el cielo, escucho también por las noches los sonidos de entonces, pero mirando con distancia, porque no me arropa como entonces, me envuelve y rodea entre el recuerdo de la infancia y los escalofríos de un día con sol.

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