Cuando parecía que todo se iba colocando en su sitio, caigo de nuevo. Podría ser peor, la jaqueca que me acompaña desde niña en esta etapa parece que tampoco te abandona. Garbancito fue extirpado hace ya unos meses y salvo en pequeños momentos no pienso en él. Ahora queda el hueco que dejó (y tanto que hueco), una cicatriz que confirma el paso del cirujano, los tatuajes que no quise hacerte en tu juventud y que bordaron en radioterapia, un hombro adormilado a veces y una piel que se secó (aunque como casi todo, con constancia y cosmética se recupera cierta flexibilidad).
Todo parece que fue ayer, y acaba de empezar el otoño. Los privilegiados que conocemos el Otoño en Baztán, sabemos que esta es la estación de la luz suave, del multicolor marrón verdoso de los montes y del rio ansioso. Por esto, y por mucho más, en esta época es cuando más extraño el bajar el puerto de Velate e intentar contar los innumerables colores de la paleta del monte. Y recuerdo a los pintores del valle, ahí mi buen amigo Tomás Sobrino con sus metas o Ana María Marín con su prados de colores, herederos de Fidalgo, Ciga y Bañales, sin olvidar a otros que configuran también mi pequeña memoria pictórica.
Lo primero que me toca ahora es hacer balance. En la lista de ingresos hay muchos y en la lista de gastos más. He sumado sabiduría para afrontar los obstáculos, paciencia para esperar las noticias, alimentación saneada para prolongar el cuerpo sano y ejercicio diario para mejorar la capacidad pulmonar y desintoxicar del tratamiento. He dejado por el camino fuerza, mucha fuerza, piel suave que ha pasado de repente a estar llena de arrugas, he dejado mi melena cuadrada (aunque crezca) por el camino en favor de melenita creciente y, sobre todo, he dejado algo de mí importante: la memoria. Esto sí duele.
Otoño en Baztán y Balance parece que llevan inexorablemente a la nostalgia. Porque los baztaneses, como los castellanos, estamos muy condicionados por nuestra orografía. Así solemos ser soñadores pero nostálgicos, introspectivos pero abiertos a Francia desde siempre, familiares pero inmigrantes en México desde siempre también, fiesteros pero fieles a nuestras tradiciones, gourmets pero amantes de un simple talo y con desarrollado sentido del olfato para detectar el olor a hierba cortada de agosto.
Como este mes no puedo ir a Elizondo me conformo con que me traigan urrakin egiña (chocolate con almendras), soñar con los kiwis del huerto de mi aita y esperar que, cada mañana, el whastapp me cante el menú del día de Ricitos (mi amiga) y el tiempo comentado de Levis (otra buena amiga). Ayer me dijeron que tenía un cáncer sin buena pinta (como si alguno la tuviera) y hoy me acerco desde mi ventana al invierno. El otoño ha venido y yo no sé como ha sido.
no te puedes imaginar cómo me gusta tu escritura, eres maravillosas aunque no te conozco personalmente pero me encantaría. Un abrazo y mucho animo
Gracias por tu preciosas palabras. Ahora sé que me lee una persona estupenda, además de una familia genial y unos amigos de 10. Sigue con nosotros el camino de esta aventura que, aunque lo parezca, es la vida y no solo una batalla más de una mujer más contra un cáncer de mama. Los comentarios me animan a pelear y me alientan a escribir. Un abrazo,
Que reflexiones tan.maravillosa s. Enseguida con nosotras..Un.beso.muy muy fuerte
En el otoño nacen también las flores más bellas, aunque muchos no lo sepan.
Las reflexiones son fruto de una pausa en la vida, ahora, con tanta pausa, puedo hasta hacer varias reflexiones. Espero volver pronto al mundo terrenal, a mi familia bulliciosa, a mis amigos fiesteros, camperos y de comunidad, a mis compañeros useteros, a mis colegas navarros, a mis compañeros lecarocistas y, sobre todo, a mi hogar recogido.
Vivan los paseos diarios y el otoño!!
Precioso María, No tengo palabras más que mucho ánimo e intentar hacer en lo que puedas ,cosas que te gustan para así intentar olvidarte de ese hueco que ha dejado «garbancito» y el resto de heridas y efectos secundarios .que nos ha dejado el tratamiento .Tenemos
que aprender a convivir con ello y vamos a poder!!! Yo ya, aunque no vaya a ganar la batalla, me conformo con quedar en tablas !
Un beso –
Gracias por tu ánimo Teresa. Aprovecho para agradecer los buenos deseos y energía de tantos que escriben y llaman. A menudo me da vergüenza hasta contestar! Sentirse tan arropada, acompañada y comprendida es un privilegio. Cada día que vivimos es una batalla ganada, por eso te animo a celebrar cada batalla. Pase lo que pase, a mi también, a partir del momento que empezamos a convivir con el cáncer, y aun después de extirparnos a nuestro garbancito particular, cada día es un renacer, pero un renacer es ya una batalla. En Tablas no! Tu sabes que cada día ganas y eso te hace grande. Sigue peleando y sigue sonriendo (es la mejor medicina).