Y se hizo la luz

Desde 2016 intento desarrollar la paciencia: con los médicos, los diagnósticos, los dolores, los post-dolores, las recuperaciones, la re-establecimiento de fuerzas, el lanzamiento de proyectos

Llevaba meses esperando el concierto de Luz Casal, con la ilusión de escuchar la voz quebrada que lo mismo canta un bolero que una canción con aires sudafricanos. La vida estos años me ha enseñando a no soñar con grandes planes pero mantener grandes ilusiones. Disfrutar de los campos de lavanda con música es un privilegio al alcance que me permite cada año disfrutar de uno de los mejores atardeceres que puede haber, siempre junto a mis dos grandes amigos y anfitriones.

El frio que siempre recorre mi cuerpo me dio cuartel, el dolor de mi hombro izquierdo cesó, los calambres se convirtieron en melodía y la migraña huyó ante el olor a vida sana. Miré hacia atrás y reconocí las caras de quienes conocen el sentido de esta noche. Los mismos que un día me tuvieron que sacar por el temblor.

Cuando cantó boleros lo hizo para mi aita, Rufino para mi prima Nieves, Entre mis recuerdos para mi amiga Isabel, Un pedazo de cielo para mi amigo Urtxi y Piensa en mi para todos y para mi.

Terminamos cantando y bailando, como hacía tiempo no lo hacía mi maltrecho cuerpo. Al terminar recordé que vivo porque disfruto de la viva, trabajo porque siempre soñé con comunicar y ahora es a lo que me dedico aunque me cueste cada mañana levantarme, sueño porque es mi otra forma de vivir.

Gracias Luz por hacerme llorar al recordarme que podemos tener menos voz pero que el eco cada vez puede ser mayor.

Todavía resuena en mi la música de Luz Casal. Si el campo de lavanda resonara al viento este mes de julio lo haría a ritmo su ritmo con Gracias a la vida.

 


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